Oasis urbanos para ciudades deshidratadas

Publicado en El Asombrario

Me llamó poderosamente la atención cuando leí uno de sus textos; es una anormalidad a la que nos hemos acostumbrado, pero sigue sorprendiendo escuchar a profesionales de muchas ramas de la cultura -desde la literatura a la arquitectura- hablar seriamente, creyéndoselo y con conocimiento de causa, de sostenibilidad y naturaleza. Escribe Carolina González Vives: “El crecimiento exponencial de las grandes metrópolis, sobre todo en países en desarrollo, coincide con la escasez de recursos, sobre todo de agua y de energía, y con cambios en el clima y en el paisaje. La desertificación afecta cada vez a más extensiones del planeta. Los suelos dejan de ser fértiles por la sequía, por la erosión o por la contaminación, iniciando ciclos de deterioro difícilmente reversibles. Este es un escenario físico sin precedentes, que requiere nuevas formas de abordar la arquitectura y su relación con el paisaje natural”.

“Por otro lado, el avance en tecnología está revolucionando casi todos los sectores, y desde luego la construcción de la ciudad (…) Esto nos obliga a mejorar la forma de ocupar el paisaje, a entender cómo son las dinámicas espontáneas de los ecosistemas y ocupar el territorio de una forma permeable, que permita su continuidad o incluso intensificándolas a nuestro favor. Al urbanista contemporáneo le hacen falta los conocimientos del ecólogo… Un ejemplo interesante es la construcción de terrazas en el Mediterráneo. Gracias a este tipo de urbanización agrícola tradicional, se mejoran las dinámicas del paisaje, se crean ciclos de mayor biodiversidad y se detiene la desertificación. Otra son los oasis tradicionales de las culturas áridas. El crecimiento de un palmeral permite generar materia orgánica para nutrir la tierra, sombra y frescor para cobijar debajo especies más frágiles”.

La arquitecta madrileña Carolina González Vives está emprendiendo una campaña contra la ciudad desalmada y deshumanizada, áspera y seca, “deshidratada”, como ella ve en casi todos sus ángulos a Madrid. Está empeñada en la arquitectura hidráulica, en hidratar nuestras recias urbes castellanas, en salpicar nuestras tramas urbanas con oasis urbanos, que aporten sombra, cobijo, naturaleza y asombro, como nosotros, como ‘El Asombrario’. Hoy es nuestra invitada especial en nuestra semanal ‘Ventana Verde’.

Oasis urbanos. Arquitectura hidráulica. Ésos son los términos que esta arquitecta de elegante porte y amplia sonrisa lleva metidos en su carpeta, en su portátil y en su cabeza. Seguía en su artículo: “Un buen edificio futuro abre y cierra sus esclusas según cambia la temperatura interior, para favorecer corrientes de aire o mejorar el aislamiento, o se protege automáticamente con un nuevo filtro exterior para adecuarse a intensidades de radiación solar y de luz variables. Cuenta con materiales vivos que mejoran la calidad del agua o del aire, intercambia calor con el terreno o lo acumula en su perímetro en ciclos diarios. Controla sus climas internos, los modela, basándose en sus sensores de información, en el diseño de formas eficientes y de materiales inteligentes”.

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